Quinta semana, 23 a 28 de marzo de 2019
Mañanas neblinosas o polvorientas y sol abrasador en el centro del día. En esta semana no nos podemos quejar por las variaciones en las temperaturas y en la luminosidad en el wadi Hatasun. El domingo fue el día más sorprendente, con una luz fría y blanca que pocas personas imaginan en los paisajes desérticos o en la montaña tebana.
José Miguel, nuestro fotógrafo, se ha incorporado en el pasado fin de semana, para el placer de quienes vean y lean este diario semanero en los próximos días, pues nos beneficiaremos de su buen hacer con la cámara. De hecho, él es el autor de algunas de las fotografías de esta entrada.
José Miguel, nuestro fotógrafo, se ha incorporado en el pasado fin de semana, para el placer de quienes vean y lean este diario semanero en los próximos días, pues nos beneficiaremos de su buen hacer con la cámara. De hecho, él es el autor de algunas de las fotografías de esta entrada.
El miércoles alcanzamos la unidad estratigráfica 500. La cifra produce un poco de vértigo, en especial si pensamos en que próximamente habrá que integrar todas esas unidades en una interpretación coherente y publicarlas en la memoria final. Pero quedémonos por ahora con otros aspectos. El estrato de la quinta centena presenta una superficie bonita –sí, los jóvenes del equipo dicen “guapa”, pero dejémoslo por ahora con el primer adjetivo– compuesta por clastos de caliza arrastrados por una riada. Esta fue seguida por una segunda lluvia suficientemente fuerte para dejarlos lavados, lo que permite que ahora los podamos distinguir muy bien. Algunos fragmentos de cerámica en el estrato superior lo fechan en época bizantina. No es muy diferente a otros ejemplos de escorrentías que hemos excavado en el yacimiento. Es esa cifra del medio millar que le da nombre la que lo hace especial. También que se encuentre en C3, pues nos resulta emotivo que se ubique en el mismo espacio, el patio, donde empezamos la excavación de la TT 209 hace cerca de siete años. Entonces no terminábamos de comprender por qué había testimonios de agua en cada unidad estratigráfica. Ahora ya los tenemos asumidos y más bien nos planteamos cómo los cauces nos informan de los movimientos del agua en el wadi, el patio y las cámaras subterráneas y cómo las construcciones de la tumba y sus restos derrumbados –dependiendo del periodo– influían en sus recorridos.
La ladera oeste del patio se ha abierto para buscar el origen de los recipientes del depósito de momificación. Las jarras salchicha –el nombre es feo, sí– que contenían los tejidos que Pía estudió a comienzos de la campaña habían rodado desde algún punto de esa ladera. Esta está formada por una acumulación de varias oleadas de clastos de caliza superpuestas, usando un símil ligado al agua no solo por continuidad temática con el párrafo anterior sino también porque la lluvia ha debido de ser la causante de esos desplazamientos. Para nuestra sorpresa, uno de los primeros hallazgos es un hueco en el suelo de cierta profundidad a cierta altura sobre el cauce del wadi. En él han aparecido los fragmentos de un enorme recipiente entre los que se incluía restos de tejidos, es decir, que formaba parte de un depósito de momificación. En el que apareció en 2013/14 había un fragmento cerámica con un perfil semejante, por lo que no sabemos si estamos ante otros restos del mismo depósito o es un segundo.
Que las tres momias de SC3 no iban a estar solas era algo por lo que podríamos haber apostado una cena de jueves o, como hacíamos en el pasado, un asir limuna, un zumo / jugo – en la Península y en Canarias respectivamente– de limón, en un hotel de El Cairo en el viaje de vuelta. Cuando Jared y los especialistas han ido retirando las tres conocidas y ya estudiadas fueron apareciendo otras por debajo. Hasta cuatro momias más. Todas están en la misma esquina suroriental de la cámara. Esta circunstancia quizás pueda explicarse por la enorme acumulación de piedras que aparece a su misma altura en el resto del espacio, aunque se hace difícil de entender, por ahora, sin haber terminado de excavar la sala, la relación entre piedras y cuerpos humanos. Estos estaban apoyados en los grandes bloques, por lo que cabe la posibilidad que las piedras ya estuvieran allí cuando se fueron introduciendo las momias y se utilizaran para colocarlas mejor. Pero eso no explica por qué todas juntas o por qué se había llenado la sala de piedras o por qué no se despejó cuando se empezó a utilizar como cámara de enterramiento en época ptolemaica o, incluso, por qué se fue llenando al tiempo que se introducían los cuerpos. Muchas dudas que nos obligan a estar muy despiertos a los detalles durante la excavación, pues esa nos debe proporcionar todavía numerosa información. Y en medio de todas estas preguntas técnicas sobre cronología de los elementos del ajuar y de las cerámicas, orden de superposición de momias y demás cuestiones estratigráficas, surge la emoción de algo completamente inesperado. A los pies de dos momias de adultos, hombre y mujer, ha aparecido, momificado, un cánido. El hallazgo de mascotas enterradas junto a sus dueños es muy infrecuente. La imaginación se dispara ante el hallazgo y nuestras preguntas se multiplican al tiempo que el hecho devuelve a los dos cuerpos que acompañan a su perro una humanidad y una cercanía como no habíamos sentido en los otros casos.