20 de julio de 2016, miércoles
Hoy ha sido día de contratación. A diferencia de otros años, no había un grupo enorme de personas esperando para ser admitidos. De hecho, de haber venido, ya habría sido inútil. Ayer tuvimos que dar una lista de nombres de candidatos para que fueran autorizados por la policía y solo los que estaban en ella podían quedar asalariados esta mañana. Ante lo hacíamos en orden inverso: una vez contratados, enviábamos el listado a la administración. Nuevos tiempos, nuevas normas.
El día anterior ya habíamos acordado con Hassaan el número de trabajadores. Una vez más, la cifra final es algo mayor que la prevista inicialmente. Ya puede imaginarse que ésta no es producto del azar, sino el resultado de una planificación cuidadosa.
En la excavación hay un rais, un jefe de los trabajos. Este año es Ahmed, que lleva con nosotros desde la primera campaña, aunque solo en esta ha ascendido a ese cargo. Su función es la de coordinar a todo el equipo local durante la mañana, marcar el ritmo del movimiento de los capazos, quién desplazar para reforzar un grupo y a dónde.
En cada cuadrícula que se excava hay uno o dos especialistas. Son ellos realmente quienes extraen los sedimentos, pues nosotros no podemos hacerlo, por lo que es fundamental que su forma de trabajar se corresponda con el método que deseamos desarrollar. En los cuatro años que ya llevamos en Luxor hemos ido descubriendo a aquellos que saben distinguir una estratigrafía y retirar cada unidad o los hemos formado nosotros mismos. Son el núcleo fundamental del grupo de trabajo local. Antes se los llamaba quftis. Eran los descendientes de los primeros técnicos que formó W.M.F. Petrie para sus intervenciones de campo. Hace solo veinte y cinco años, en Heracleópolis Magna, varios miembros de nuestra misión llegamos a conocer a uno de sus últimos descendientes, un individuo muy mayor, con ínfulas de superioridad y bastante mal genio, que venía con su propio par de azadillas; los instrumentos mismos tenían un prestigio transferido de su dueño y no nos los dejaba tocar. Seguramente les tenía el mismo cariño reverencial que cualquier arqueólogo a su paletín.
Cada uno de estos especialistas cuenta con su ayudante. Éste se ocupa de llenar los capazos con la tierra que el primero ha retirado y –se supone– ha aprendido con él y le podría sustituir en caso de que tenga que salir un rato a estirar las piernas.
A su vez, cada cuadrilla de especialistas cuenta con uno o dos porteadores –dependiendo de la distancia respecto a la puerta a la que trabajen– que sacan los capazos al exterior. A partir de ahí, hay otro grupo, ya sin jerarquías, de porteadores de tierra. Estos van formando una montaña durante el tiempo de excavación que retiramos en los últimos días de la campaña. En Egipto es inusual usar carretillas: quitan puestos de trabajo.
Junto a ellos, por último, está “el personal de la tienda”, los más privilegiados. Les hemos dado un nombre que parece un cargo egipcio antiguo. Entre ellos están el señor que se encarga de hacer las tareas exteriores –comprar tameyas para el desayuno, hacer fotocopias, comprar algo urgente que pueda encontrarse en la Orilla Occidental–; el que hace los tés, que se supone que dedica a esa tarea solo un ratito ¡y raramente lo vemos trabajar en otra cosa!; el especialista en reconstrucciones cerámicas; el aguador…
Por cierto, en el equipo hay más de uno que solo puede excavar con su paletín. Todos somos un poco quftis.
El día anterior ya habíamos acordado con Hassaan el número de trabajadores. Una vez más, la cifra final es algo mayor que la prevista inicialmente. Ya puede imaginarse que ésta no es producto del azar, sino el resultado de una planificación cuidadosa.
En la excavación hay un rais, un jefe de los trabajos. Este año es Ahmed, que lleva con nosotros desde la primera campaña, aunque solo en esta ha ascendido a ese cargo. Su función es la de coordinar a todo el equipo local durante la mañana, marcar el ritmo del movimiento de los capazos, quién desplazar para reforzar un grupo y a dónde.
En cada cuadrícula que se excava hay uno o dos especialistas. Son ellos realmente quienes extraen los sedimentos, pues nosotros no podemos hacerlo, por lo que es fundamental que su forma de trabajar se corresponda con el método que deseamos desarrollar. En los cuatro años que ya llevamos en Luxor hemos ido descubriendo a aquellos que saben distinguir una estratigrafía y retirar cada unidad o los hemos formado nosotros mismos. Son el núcleo fundamental del grupo de trabajo local. Antes se los llamaba quftis. Eran los descendientes de los primeros técnicos que formó W.M.F. Petrie para sus intervenciones de campo. Hace solo veinte y cinco años, en Heracleópolis Magna, varios miembros de nuestra misión llegamos a conocer a uno de sus últimos descendientes, un individuo muy mayor, con ínfulas de superioridad y bastante mal genio, que venía con su propio par de azadillas; los instrumentos mismos tenían un prestigio transferido de su dueño y no nos los dejaba tocar. Seguramente les tenía el mismo cariño reverencial que cualquier arqueólogo a su paletín.
Cada uno de estos especialistas cuenta con su ayudante. Éste se ocupa de llenar los capazos con la tierra que el primero ha retirado y –se supone– ha aprendido con él y le podría sustituir en caso de que tenga que salir un rato a estirar las piernas.
A su vez, cada cuadrilla de especialistas cuenta con uno o dos porteadores –dependiendo de la distancia respecto a la puerta a la que trabajen– que sacan los capazos al exterior. A partir de ahí, hay otro grupo, ya sin jerarquías, de porteadores de tierra. Estos van formando una montaña durante el tiempo de excavación que retiramos en los últimos días de la campaña. En Egipto es inusual usar carretillas: quitan puestos de trabajo.
Junto a ellos, por último, está “el personal de la tienda”, los más privilegiados. Les hemos dado un nombre que parece un cargo egipcio antiguo. Entre ellos están el señor que se encarga de hacer las tareas exteriores –comprar tameyas para el desayuno, hacer fotocopias, comprar algo urgente que pueda encontrarse en la Orilla Occidental–; el que hace los tés, que se supone que dedica a esa tarea solo un ratito ¡y raramente lo vemos trabajar en otra cosa!; el especialista en reconstrucciones cerámicas; el aguador…
Por cierto, en el equipo hay más de uno que solo puede excavar con su paletín. Todos somos un poco quftis.