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Covadonga en el Teide, 17 de julio de 2013
Fotografía: José Miguel Barrios Mufrege
Fotografía: José Miguel Barrios Mufrege
En esta campaña Covadonga nos acompañará, como lo ha hecho siempre en cualquier actividad relacionada con el proyecto dos cero nueve, pero su presencia no será visible para todos. Los que hemos convivido con ella, y en especial el equipo de esta misión, sentiremos su paso junto a nosotros como una huella permanente, repitiendo los versos del poeta alejandrino con los que le gustaba identificarse. Los que asistían a sus conferencias conocían la calidez de su voz al narrar o explicar; sus clases motivaron a estudiantes que se abrieron a una vocación que es ahora su profesión; pero los que estaban cerca de su amistad disfrutaron de los rasgos más sobresalientes de su personalidad: la generosidad, la entrega desinteresada a los demás.
Covadonga vivió apasionadamente su interés por la historia de Egipto y, en especial, por sus periodos más recientes, por las divinas adoratrices, por las distintas modalidades de la presencia griega en el país del Nilo. Esa misma pasión motivó la elección del yacimiento en que decidimos trabajar. Volver a Egipto y desarrollar juntos un proyecto, eso estaba fuera de toda discusión. Dónde centrarnos fue una decisión más complicada. El Delta nos atraía a los dos y planteamos la posibilidad de encontrar un yacimiento en que se combinasen restos del Reino Antiguo y del I milenio a.e. e incluso visitamos varios de ellos. Pero, entre tanto, Luxor, la Uaset antigua, se cruzó en nuestras vidas. Las posibilidades de elección se concentraron. Y sin entrar en el detalle de por qué algunas tumbas no fueron las elegidas, la decisión recayó en la TT 209, la desaparecida, entonces, 209. Covadonga era quien vencía el desaliento cada vez que se nos negaba la concesión de un yacimiento que nadie comprendía por qué queríamos excavar si ya estaba perdido bajo metros de depósitos de barro.
La primera visita al uady fue decisiva. El valle que viene de la montaña tebana respira silencio. Y no hay vista más impresionante del Qom, o eso al menos nos parecía a nosotros. Covadonga era siempre feliz en Egipto, pero el mes de mayo de 2012, cuando vinimos a preparar la primera campaña, fue especial: la casa maravillosa que nos dejaron unos amigos madrileños, la piscina con vistas al atardecer, la ilusión de empezar un proyecto arqueológico en este lugar. Nos sentíamos, otra vez, con los veinte años de las campañas de Heracleópolis Magna.
Y ahora, cómo volver a trabajar en Egipto, sabiendo que la amiga, la hermana, ya no volverá a estar con nosotros. Encontraremos consuelo, tal vez, sabiendo que vamos a sentir su ba en el uady, en ese cauce sin nombre, que los pájaros volverán a beber de un cuenco, uno igual al que ella llenaba cada mañana pero no el mismo, porque el suyo lo hemos encontrado roto, que esas aves, agradecidas, la acompañarán en sus vuelos, ascendiendo hacia el cielo limpio y brillante de Egipto.
Covadonga vivió apasionadamente su interés por la historia de Egipto y, en especial, por sus periodos más recientes, por las divinas adoratrices, por las distintas modalidades de la presencia griega en el país del Nilo. Esa misma pasión motivó la elección del yacimiento en que decidimos trabajar. Volver a Egipto y desarrollar juntos un proyecto, eso estaba fuera de toda discusión. Dónde centrarnos fue una decisión más complicada. El Delta nos atraía a los dos y planteamos la posibilidad de encontrar un yacimiento en que se combinasen restos del Reino Antiguo y del I milenio a.e. e incluso visitamos varios de ellos. Pero, entre tanto, Luxor, la Uaset antigua, se cruzó en nuestras vidas. Las posibilidades de elección se concentraron. Y sin entrar en el detalle de por qué algunas tumbas no fueron las elegidas, la decisión recayó en la TT 209, la desaparecida, entonces, 209. Covadonga era quien vencía el desaliento cada vez que se nos negaba la concesión de un yacimiento que nadie comprendía por qué queríamos excavar si ya estaba perdido bajo metros de depósitos de barro.
La primera visita al uady fue decisiva. El valle que viene de la montaña tebana respira silencio. Y no hay vista más impresionante del Qom, o eso al menos nos parecía a nosotros. Covadonga era siempre feliz en Egipto, pero el mes de mayo de 2012, cuando vinimos a preparar la primera campaña, fue especial: la casa maravillosa que nos dejaron unos amigos madrileños, la piscina con vistas al atardecer, la ilusión de empezar un proyecto arqueológico en este lugar. Nos sentíamos, otra vez, con los veinte años de las campañas de Heracleópolis Magna.
Y ahora, cómo volver a trabajar en Egipto, sabiendo que la amiga, la hermana, ya no volverá a estar con nosotros. Encontraremos consuelo, tal vez, sabiendo que vamos a sentir su ba en el uady, en ese cauce sin nombre, que los pájaros volverán a beber de un cuenco, uno igual al que ella llenaba cada mañana pero no el mismo, porque el suyo lo hemos encontrado roto, que esas aves, agradecidas, la acompañarán en sus vuelos, ascendiendo hacia el cielo limpio y brillante de Egipto.