24 de julio de 2016, domingo
En la sala de pilares, Sabry limpia un estrato de tafla que va apareciendo bajo una acumulación de clastos de caliza, seguramente desprendidos del techo.
La limpieza, ejecutada con destreza, permite ver no solo los cuarterones característicos de la superficie resquebrajada cuando se seca, sino también algo muy curioso, un reborde muy pronunciado paralelo a las paredes. Resulta tan sorprendente que pronto todo el mundo tiene algo que decir sobre ese engrosamiento. Incluso parece presentar un color blanquecino, por lo que empiezan a surgir opiniones de que se trate de algo voluntario. Sería muy extraño, pero como planteamiento hay que aceptarlo y también encontrar una respuesta lógica a cómo se ha producido. De hecho, teníamos hoy una visita que ha insistido en que diéramos una explicación satisfactoria a por qué creemos que no es artificial. Los argumentos que hemos dado a esta persona para negar que sea artificial son los siguientes:
Primero, la superficie del estrato no es plana. De haber sido un reborde hecho a propósito, con fines decorativos, para una reutilización de la cámara, se habría realizado también algún tipo de acondicionamiento del suelo para hacerlo más práctico; la irregularidad de la superficie no lo hace fácilmente utilizable.
Segundo, en la antecámara estamos encontrando otra unidad estratigráfica con idéntico borde, aunque no tan pronunciado. En este caso, se trata de un estrato muy reciente, producido por una inundación de la segunda mitad del siglo XX, y con superficie aún más irregular e inútil a efectos prácticos que el anterior.
En tercer lugar, hemos analizado un corte vertical del reborde en una de las grietas. Está compuesto por el mismo sedimento arcilloso que el resto del suelo. No es, por tanto, un añadido con material calizo, como habríamos podido pensar al limpiarlo, por su tono blanquecino en su superficie.
La conclusión, finalmente, es que el reborde es el resultado del proceso de secado de la superficie de tafla, en su zona de contacto con la pared, pero no podemos saber, por ahora, mucho más. Esperamos que la Geoarqueología podrá darnos, pronto, una respuesta más precisa. O alguno de los lectores de esta entrada del diario…
La limpieza, ejecutada con destreza, permite ver no solo los cuarterones característicos de la superficie resquebrajada cuando se seca, sino también algo muy curioso, un reborde muy pronunciado paralelo a las paredes. Resulta tan sorprendente que pronto todo el mundo tiene algo que decir sobre ese engrosamiento. Incluso parece presentar un color blanquecino, por lo que empiezan a surgir opiniones de que se trate de algo voluntario. Sería muy extraño, pero como planteamiento hay que aceptarlo y también encontrar una respuesta lógica a cómo se ha producido. De hecho, teníamos hoy una visita que ha insistido en que diéramos una explicación satisfactoria a por qué creemos que no es artificial. Los argumentos que hemos dado a esta persona para negar que sea artificial son los siguientes:
Primero, la superficie del estrato no es plana. De haber sido un reborde hecho a propósito, con fines decorativos, para una reutilización de la cámara, se habría realizado también algún tipo de acondicionamiento del suelo para hacerlo más práctico; la irregularidad de la superficie no lo hace fácilmente utilizable.
Segundo, en la antecámara estamos encontrando otra unidad estratigráfica con idéntico borde, aunque no tan pronunciado. En este caso, se trata de un estrato muy reciente, producido por una inundación de la segunda mitad del siglo XX, y con superficie aún más irregular e inútil a efectos prácticos que el anterior.
En tercer lugar, hemos analizado un corte vertical del reborde en una de las grietas. Está compuesto por el mismo sedimento arcilloso que el resto del suelo. No es, por tanto, un añadido con material calizo, como habríamos podido pensar al limpiarlo, por su tono blanquecino en su superficie.
La conclusión, finalmente, es que el reborde es el resultado del proceso de secado de la superficie de tafla, en su zona de contacto con la pared, pero no podemos saber, por ahora, mucho más. Esperamos que la Geoarqueología podrá darnos, pronto, una respuesta más precisa. O alguno de los lectores de esta entrada del diario…