13 de enero de 2018, sábado
Abrimos la campaña con el equipo en su menor representación posible, pues somos solo tres los miembros que estamos ya en Luxor: Hassaan, Zulema y Miguel Ángel. Los primeros días van a estar marcados por el estudio de la cerámica y la retirada de los escombros en el wadi.
Así, la primera imagen de trabajo arqueológico de la temporada tiene que ser de sus primeros protagonistas: los recipientes de arcilla. Hemos elegido unos especialmente llamativos, para mostrar que su estudio no se limita a formas, pastas, cronologías o sistemas de cocción. Por el contrario, pueden dar una información especialmente evocadora de las actividades en que intervienen y que compensan las alergias que provoca el moho de las etiquetas que vamos barriendo para poder leer la procedencia de las cerámicas.
Las dos vasijas pequeñas de la fotografía presentan marcas de fuego diferentes, lo que es un indicio de su utilización. La de la izquierda, con señales de fuego a media altura, es un incensario de la dinastía XXV. La resina habría llenado la base de la copa y al quemarlo para ofrecer su olor al/a difunto/a para quien se celebró la ceremonia, dejó marcas solo a media altura. Por el contrario, el platito de la derecha, de cronología ptolemaica, tiene las huellas del fuego solo en el borde. Se usaría como lámpara, lleno de aceite, con una mecha ardiendo apoyada en el filo. Resulta, así, sugestivo saber que unas personas entraron en la tumba sujetando uno de estos objetos en la mano, perfumando las cámaras en un caso e iluminándose en el otro, tal vez dándose la mínima luz que les permitió pronunciar unas plegarias al tiempo que depositaban algunos de los otros recipientes que está analizando Zulema.
Así, la primera imagen de trabajo arqueológico de la temporada tiene que ser de sus primeros protagonistas: los recipientes de arcilla. Hemos elegido unos especialmente llamativos, para mostrar que su estudio no se limita a formas, pastas, cronologías o sistemas de cocción. Por el contrario, pueden dar una información especialmente evocadora de las actividades en que intervienen y que compensan las alergias que provoca el moho de las etiquetas que vamos barriendo para poder leer la procedencia de las cerámicas.
Las dos vasijas pequeñas de la fotografía presentan marcas de fuego diferentes, lo que es un indicio de su utilización. La de la izquierda, con señales de fuego a media altura, es un incensario de la dinastía XXV. La resina habría llenado la base de la copa y al quemarlo para ofrecer su olor al/a difunto/a para quien se celebró la ceremonia, dejó marcas solo a media altura. Por el contrario, el platito de la derecha, de cronología ptolemaica, tiene las huellas del fuego solo en el borde. Se usaría como lámpara, lleno de aceite, con una mecha ardiendo apoyada en el filo. Resulta, así, sugestivo saber que unas personas entraron en la tumba sujetando uno de estos objetos en la mano, perfumando las cámaras en un caso e iluminándose en el otro, tal vez dándose la mínima luz que les permitió pronunciar unas plegarias al tiempo que depositaban algunos de los otros recipientes que está analizando Zulema.