4 de agosto de 2016, jueves
El jueves es día de pago. Los trabajadores reciben su salario por semana y lo cobran al terminar la jornada del último día.
Durante la semana, Hassaan y el rais se ocupan de controlar la asistencia al yacimiento. Por la mañana recogen los carnets de identidad de los que están presentes y los usan para marcar su presencia en un listado de registro. Los miércoles por la tarde elaboramos una segunda relación con los días de asistencia, salario por categorías, total del trabajador en esa semana y un espacio para la firma individual.
La preparación del día anterior también incluye buscar cambio para ajustar las cantidades pequeñas. Aunque parece algo menor, puede ser una auténtica pesadilla tener suficientes billetes de cinco, diez y veinte libras sin tener que perder una mañana yendo a buscar el cambio a un banco a la orilla este.
El proceso mismo del pago es lento y un tanto ceremonial, por lo que tenemos que empezarlo al menos una hora antes del fin de la jornada. Instalamos una mesa en la tienda con los billetes –sujetos por gomas e incluso una piedra por si el viento o un torbellino nos juegan una mala pasada– y las dos listas de asistencia y salario. Miguel o Hassaan leen el nombre del trabajador, otra persona lo repite al borde de la ladera que desciende hacia la tumba y a partir de ahí se pronuncia de nuevo por el interior de la tumba o en la hilera de porteadores hasta que el que ha sido llamado responde. Cuando llega a la tienda firma en el lugar correspondiente, recibe su dinero y, para concluir, alguno hace un simple gesto de saludo –en ocasiones llevando el dinero a la cabeza o a la boca– y algún otro da la mano al mudir. En realidad, no llegamos a determinar si esta es una cuestión de jerarquías internas o de familiaridad, pues los especialistas llevan bastante años con nosotros y la relación con ellos es más estrecha.
Durante la semana, Hassaan y el rais se ocupan de controlar la asistencia al yacimiento. Por la mañana recogen los carnets de identidad de los que están presentes y los usan para marcar su presencia en un listado de registro. Los miércoles por la tarde elaboramos una segunda relación con los días de asistencia, salario por categorías, total del trabajador en esa semana y un espacio para la firma individual.
La preparación del día anterior también incluye buscar cambio para ajustar las cantidades pequeñas. Aunque parece algo menor, puede ser una auténtica pesadilla tener suficientes billetes de cinco, diez y veinte libras sin tener que perder una mañana yendo a buscar el cambio a un banco a la orilla este.
El proceso mismo del pago es lento y un tanto ceremonial, por lo que tenemos que empezarlo al menos una hora antes del fin de la jornada. Instalamos una mesa en la tienda con los billetes –sujetos por gomas e incluso una piedra por si el viento o un torbellino nos juegan una mala pasada– y las dos listas de asistencia y salario. Miguel o Hassaan leen el nombre del trabajador, otra persona lo repite al borde de la ladera que desciende hacia la tumba y a partir de ahí se pronuncia de nuevo por el interior de la tumba o en la hilera de porteadores hasta que el que ha sido llamado responde. Cuando llega a la tienda firma en el lugar correspondiente, recibe su dinero y, para concluir, alguno hace un simple gesto de saludo –en ocasiones llevando el dinero a la cabeza o a la boca– y algún otro da la mano al mudir. En realidad, no llegamos a determinar si esta es una cuestión de jerarquías internas o de familiaridad, pues los especialistas llevan bastante años con nosotros y la relación con ellos es más estrecha.