4 de febrero de 2018, domingo
El espacio de la antecámara no es muy amplio. Ya lo teníamos medio ocupado como lugar de almacenamiento de las cajas de cerámica y la incorporación del andamiaje de retirada de sedimentos ha terminado por dejar poco margen para la circulación. Si a eso unimos la curiosidad por ver qué va saliendo del pozo, los escasos días que llevamos ocupados en el vaciado de la cámara de enterramiento han convertido la antecámara en un vagón de metro en hora punta o en el camarote de aquellos hermanos de cine. Lo triste es que Robert Mond ya llegó hasta el fondo hace un siglo. Pero el interés de documentar su arquitectura no nos lo quitan los antiguos buscadores de tesoros.