jueves 24 de febrero
El jueves 24 de febrero nos despertamos con la noticia de que Rusia ha invadido Ucrania minutos antes de que el coche nos recoja, nos paremos en el Taftish para recibir las llaves de la TT 209 y lleguemos al yacimiento. Con el corazón encogido por el horror que parece avecinarse, resulta difícil sentir la misma felicidad que otras veces al llegar al wadi Hatasun.
Las formalidades administrativas, firmas en libros de actas, revisión de sellos -una interesante supervivencia de una práctica que aquí se retrotrae a época faraónica-, la apertura consiguiente de la puerta, la inspección del interior, exactamente como lo dejamos hace unos meses según anunciaba el sello intacto en torno al candado, todos los pasos parecen ensombrecidos por el impacto de la invasión. Hannah Arendt hablaba de la banalidad del mal. Y abrimos la campaña con la impresión de estar ante la banalidad durante el mal. Nuestras vidas van a continuar en las próximas semanas, si nada excepcional las altera, con trabajo, cansancio, algunos nervios, bastantes alegrías, algunas producidas por los descubrimientos y muchas más por el compañerismo y la amistad. Resulta curioso el contraste. Será el trabajo en equipo el que nos proporcionará las emociones más importantes en este tiempo de desencuentros, pérdida de confianza y enfrentamiento.
Más allá de las reflexiones pesimistas de la mañana, el trabajo discurrió con la normalidad previsible en una primera jornada de campaña. El año pasado no nos llevamos los materiales a un almacén externo, pues la interrupción de los trabajos iba a ser breve, de solo unos meses. Quedaron todos en el interior de la TT 209 y no sufrieron ningún desperfecto. Entre la primera y la segunda campaña tuvimos la mala experiencia de un ataque de termitas, pero desde entonces no han reaparecido, pues ya no hay tierra que cubra la rampa de descenso hacia las cámaras subterráneas y, por tanto, no tienen vía por la que dirigirse al interior. Tampoco entraron, evidentemente, en estos breves meses. Ni siquiera se había introducido polvo desde la puerta, lo que ha acelerado el proceso de limpieza para adaptar la sala transversal como espacio de trabajo.
La tienda exterior se ha montado con el protocolo habitual. Mientras mirábamos el montaje, el giro del techo sobre el poste central siempre me hace pensar en una oración de los derviches. Ojalá que las vueltas de la jaima trajeran paz en el mundo –en todo, no solo en Europa– y nos inspiren para una buena investigación en el yacimiento ¡y con esto no hablo de descubrir más objetos sino de documentar el yacimiento con eficiencia y efectividad para poder producir nuevos conocimientos!
Las formalidades administrativas, firmas en libros de actas, revisión de sellos -una interesante supervivencia de una práctica que aquí se retrotrae a época faraónica-, la apertura consiguiente de la puerta, la inspección del interior, exactamente como lo dejamos hace unos meses según anunciaba el sello intacto en torno al candado, todos los pasos parecen ensombrecidos por el impacto de la invasión. Hannah Arendt hablaba de la banalidad del mal. Y abrimos la campaña con la impresión de estar ante la banalidad durante el mal. Nuestras vidas van a continuar en las próximas semanas, si nada excepcional las altera, con trabajo, cansancio, algunos nervios, bastantes alegrías, algunas producidas por los descubrimientos y muchas más por el compañerismo y la amistad. Resulta curioso el contraste. Será el trabajo en equipo el que nos proporcionará las emociones más importantes en este tiempo de desencuentros, pérdida de confianza y enfrentamiento.
Más allá de las reflexiones pesimistas de la mañana, el trabajo discurrió con la normalidad previsible en una primera jornada de campaña. El año pasado no nos llevamos los materiales a un almacén externo, pues la interrupción de los trabajos iba a ser breve, de solo unos meses. Quedaron todos en el interior de la TT 209 y no sufrieron ningún desperfecto. Entre la primera y la segunda campaña tuvimos la mala experiencia de un ataque de termitas, pero desde entonces no han reaparecido, pues ya no hay tierra que cubra la rampa de descenso hacia las cámaras subterráneas y, por tanto, no tienen vía por la que dirigirse al interior. Tampoco entraron, evidentemente, en estos breves meses. Ni siquiera se había introducido polvo desde la puerta, lo que ha acelerado el proceso de limpieza para adaptar la sala transversal como espacio de trabajo.
La tienda exterior se ha montado con el protocolo habitual. Mientras mirábamos el montaje, el giro del techo sobre el poste central siempre me hace pensar en una oración de los derviches. Ojalá que las vueltas de la jaima trajeran paz en el mundo –en todo, no solo en Europa– y nos inspiren para una buena investigación en el yacimiento ¡y con esto no hablo de descubrir más objetos sino de documentar el yacimiento con eficiencia y efectividad para poder producir nuevos conocimientos!
En los tres días previos
Antes de poder llegar al yacimiento y abrir la TT 209, el proceso había sido el habitual y que conocemos ya de diez años. Hemos pasado dos días en El Cairo para completar las formalidades administrativas. También para conseguir el permiso de acceso a los monumentos, que nos permite las visitas a templos y tumbas que solemos dejar para los viernes, el día festivo. Alfonso y Miguel aprovecharon para consultar un archivo nacional donde se guarda documentación sobre la campaña de Nubia y el desmontaje del templo de Debod, para su proyecto común de publicación tanto de la capilla meroítica central como del templo ptolemaico-romano que la envuelve. Begoña disfrutó de unas horas para visitar las salas del Museo Egipcio donde se guardan los ataúdes y sarcófagos de su tesis doctoral y darles la úndecima vuelta, antes de la presentación de su estudio.
Las las mañanas de trabajo, prolongadas lo más posible, se completaron con visitas un poco más relajadas a Masr el Qadima, el barrio antiguo de El Cairo, en torno al Khan el-Khalili y a Gamaliya, y el segundo día al nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia. Este nos sorprendió. Las momias reales, las protagonistas de la parada espectáculo con luces y sonido de la primavera pasada cuando se trasladaron desde el museo en Tahrir, están en la planta inferior, en un ambiente de penumbra. Se muestran junto a sus ataúdes y, en los casos en que se conservan, a los restos de sus ajuares funerarios. Una solución muy coherente. La verdad es que ninguno recordábamos que fuera tan impresionante ver el rostro de Ahmose Nefertari o de Thutmose III. Probablemente la museografía también ha contribuido a nuestra receptividad del mensaje.
Las las mañanas de trabajo, prolongadas lo más posible, se completaron con visitas un poco más relajadas a Masr el Qadima, el barrio antiguo de El Cairo, en torno al Khan el-Khalili y a Gamaliya, y el segundo día al nuevo Museo Nacional de la Civilización Egipcia. Este nos sorprendió. Las momias reales, las protagonistas de la parada espectáculo con luces y sonido de la primavera pasada cuando se trasladaron desde el museo en Tahrir, están en la planta inferior, en un ambiente de penumbra. Se muestran junto a sus ataúdes y, en los casos en que se conservan, a los restos de sus ajuares funerarios. Una solución muy coherente. La verdad es que ninguno recordábamos que fuera tan impresionante ver el rostro de Ahmose Nefertari o de Thutmose III. Probablemente la museografía también ha contribuido a nuestra receptividad del mensaje.
El miércoles tuvo su particularidad. Disfrutamos la curiosa fortuna de tener que reunir las firmas de las autoridades locales un día en que estaban de visita en Luxor varios altos cargos del Ministerio. La búsqueda de las firmas se convirtió en una carrera. Hassaan conseguía saber en qué lugar de la necrópolis esta la comitiva. Nos deplazábamos hasta allí y conseguíamos la firma necesaria. Volvíamos al Taftisch, entregábamos el documento y este nos permitía acceder al siguiente y localizábamos la ubicación de quien tenía que firmarlo a través de llamadas a amigos que actuaban de informantes, “acaban de entrar en … si os dais prisa los tendréis todavía aquí”. Con un par de desplazamientos por la necrópolis teníamos resueltos los documentos esenciales. Completados con los que se cumplimentan en la oficina de Kom el-Hittan, teníamos terminados los primeros papeleos. Salvo conocer al inspector que trabajará con nosotros en los próximos meses y retirar las llaves de la TT 209 –que custodiará el inspector durante toda la campaña– concluimos la jornada con los deberes cumplidos.