quinta semana, de 2 a 7 de octubre de 2021
La campaña se va acercando a su final. Hacía tiempo que no teníamos la sensación de cómo se iban transformando las tareas del equipo a medida que avanzaban las semanas, pues en 2019 estuvimos excavando hasta el día anterior al cierre de la campaña y en 2020, ya se sabe, tuvimos que cerrar sin tiempo de pensar. En este año la planificación se va cumpliendo, aunque la cámara de SC2 está dando unos resultados tan inesperados que estamos empleando más semanas en excavarla que habíamos pensado … ¡pero ojalá cuando los plazos no se cumplan sea siempre por hallazgos semejantes!
En la semana pasada se terminó de excavar el Área 7 de la superestructura. Tan solo hemos tenido que emplear una mañana en retirar unos pequeños derrumbes del muro norte caídos en torno a él. Con su limpieza, llegamos al estrato en que se construyó el muro en toda la superficie de la cuadrícula. Aquí ya no podemos seguir. En esta semana también hemos llegado a la roca madre en la SC2BC2 y, con eso, se terminan también las tareas de excavación en ese espacio. En paralelo, el trabajo con los materiales hallados en esta o en anteriores campañas se va convirtiendo en la tarea fundamental de los miembros del equipo: registrar, fotografiar, proteger para su almacenamiento … |
Ir cerrando las áreas de excavación no nos libra este año de recibir sorpresas en las que todavía quedan abiertas. La semana pasada, al descubrir el pozo de SC4, era ya evidente que en esta campaña no acabaríamos la excavación de esta cámara. Salvo que el pozo se hubiera quedado sin terminar y encontremos la roca madre apenas empezásemos a profundizar en él. Esa posibilidad no puede descartarse nunca. Y menos aún en una cámara cuyo suelo está cubierto de bloques de caliza que no proceden del techo y pueden estar indicando que el pozo estaba todavía en proceso de "construcción". Es cierto que si se está tallando un pozo no parece lo más lógico dejar los bloques que se van extrayendo formando una pendiente por la que pueden rodar y caer sobre la cabeza de quienes están picando la roca más abajo. Pero es una de las posibles interpretaciones que podemos dar a la presencia de esos bloques cubriendo el suelo de la cámara. Y esa impresión de trabajo en curso se ha visto reforzada por varios hallazgos que Elías y el equipo de la SC4 hicieron durante la semana pasada y esta.
Se trata de cuatro bases redondeadas de cerámica, de buenas proporciones, llenas de mortero, evidentemente seco, que tiene en su interior un hueco también semiesférico. En algunos casos quedan las huellas de otro recipiente que se había metido dentro, apoyado en el mortero, y en otros solo un hueco semiesférico. En este segundo caso no quedan huellas de dedos que indicaran que el recipiente se había usado para contener un mortero que se retiraba para aplicarlo en algún trabajo de construcción. El “misterio” está servido. No es del tipo de "secreto" de los que algunas personas esperan sobre Egipto … pero es milenario ¿quién puede negarlo? y se refiere a la construcción y/o uso de una tumba … ¡pues eso!
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En SC2BC2, la retirada de la plancha de madera (o, mejor dicho: lo que quedaba de ella, el estuco pintado) que cubría la mitad oriental de la cámara ha sido un momento de gran intensidad. Nos habría encantado dejarla allí, expuesta para quien se atreviera a descender los 8 m de profundidad que mide el pozo. El problema es que no era removible. No podía levantarse, seguir excavando por debajo y volver a ponerla. Y tampoco podíamos plantearnos consolidar sus restos y retirarlos en piezas después: son solo un estuco pintado de unos escasos milímetros de grosor y cualquier consolidante, como el Paralloid, se habría convertido en irreversible, pues el estuco no tenía entidad como para resistir la retirada posterior de aquel. La única solución fue su documentación cuidadosa y la recogida de algunas muestras que almacenamos en la tumba misma antes de retirarlo.
Pero como esta cámara no deja de dar sorpresas, en esta semana nos centramos en lo que en principio era una caja de ushebtis, que ya habíamos empezado a reconocer al limpiar la plancha. Una vez limpiada la caja, era evidente que los ushebtis se extendía hacia el este y que, en consecuencia, algunos debían de quedar bajo la columna estratigráfica que habíamos dejado en esa esquina de la cámara. No hubo más remedio que plantearse reducir el grosor del testigo de los estratos excavados en el interior. Karin, Fadel y Aljahlan tuvieron que hacerlo con extremo cuidado para no dañar la caja de ushebtis ya excavada. Casi dos días les llevó esa tarea pero ha merecido el tiempo empleado en hacerla. Aunque más delgada, la columna estratigráfica ha resistido los golpes necesarios para rebajarla, endurecida como ya está por las sales. Y en el suelo hemos podido excavar completa la segunda caja. Quedan solo unos días para cerrar y el número de figuritas funerarias por retirar y conservar se ha multiplicado por dos.
Pero como esta cámara no deja de dar sorpresas, en esta semana nos centramos en lo que en principio era una caja de ushebtis, que ya habíamos empezado a reconocer al limpiar la plancha. Una vez limpiada la caja, era evidente que los ushebtis se extendía hacia el este y que, en consecuencia, algunos debían de quedar bajo la columna estratigráfica que habíamos dejado en esa esquina de la cámara. No hubo más remedio que plantearse reducir el grosor del testigo de los estratos excavados en el interior. Karin, Fadel y Aljahlan tuvieron que hacerlo con extremo cuidado para no dañar la caja de ushebtis ya excavada. Casi dos días les llevó esa tarea pero ha merecido el tiempo empleado en hacerla. Aunque más delgada, la columna estratigráfica ha resistido los golpes necesarios para rebajarla, endurecida como ya está por las sales. Y en el suelo hemos podido excavar completa la segunda caja. Quedan solo unos días para cerrar y el número de figuritas funerarias por retirar y conservar se ha multiplicado por dos.
La calle C4-C5 deja a Alfonso su último regalo, pues la semana próxima ya poco se podrá hacer en ella. El descubrimiento es más una promesa para el futuro, y habrá que esperar al año próximo para terminar su análisis y que se defina entonces con más claridad. Se trata de un cuadrado de casi 1 m de lado, hecho con adobes. Una estructura un tanto anodina en una primera mirada. Pero al profundizar en la limpieza de su interior se encontró una superficie de arcillas quemadas. Estas son el testimonio del uso de fuego, seguramente en un ritual en el que parece que se pasaban ofrendas por las llamas. Recuerda más a los holocaustos helénicos que a la práctica habitual en la tradición egipcia, es decir, alimentos ofrecidos a los difuntos y repartidos después entre los sacerdotes que han oficiado el rito. Ya sabemos, por si teníamos alguna duda, dónde debemos empezar a trabajar en cuanto podamos abrir la próxima campaña.
El final de la excavación de algunas áreas nos brinda la oportunidad de abordar la última de las tareas pendientes de la campaña, que es iniciar la reconstrucción de los muros de la superestructura. Evidentemente no nos planteamos terminar esa tarea en los días que nos quedan. Completarla se puede llevar el tiempo de tres o cuatro trabajadores durante una campaña entera. Pero sí queremos empezar a hacerlo para poder conocer el procedimiento, calcular el volumen mínimo de adobes que va a requerir –los que tenemos hechos es evidente que no van a ser suficientes, ahora que ya conocemos las proporciones de la superestructura– y el tiempo mínimo para su construcción. También, por qué no, ver qué resultado ha tenido esta primera fase cuando volvamos dentro de unos meses y podamos apreciar cómo ha “envejecido”.
Por una circunstancia que desconocemos, los adobes que teníamos preparados presentan dos tamaños diferentes. El procedimiento de su elaboración hace imposible que sean exactamente iguales, pero es evidente que, en algún momento de su fabricación, en 2019, los trabajadores encargados cambiaron de molde sin avisarnos, pues los que tenemos presentan dos volúmenes muy dispares entre sí. Sólo los del tamaño más pequeño corresponden bien con los antiguos del muro y la voluntad de las autoridades locales es que solo usemos estos para la reconstrucción. En realidad, los aceptados son ligerísimamente mayores, lo que permitirá diferenciar visualmente adobes antiguos de modernos. Los de tamaño mayor los seguiremos utilizando para las numerosas ocasiones en que necesitamos adobes: apoyos, escaleras provisionales, banco interior de la jaima…
Resuelto ese primer problema de tamaños, tuvimos que decidir por qué muro empezar. Era evidente que había de estar en el entorno del patio, pues es imprescindible proteger lo antes posible el interior del potencial peligro de una riada que llegue por el wadi. Como el pilono no está todavía completamente despejado y es preferible que primero lo excavemos y documentemos en toda su altura, vamos a empezar por el muro oeste del patio. Es decir, el que se unía al pilono por el lado del que llegaban las aguas de las lluvias.
Pasamos entonces a representar sobre el suelo el recorrido del muro antiguo en aquellas zonas donde no se conservaba. Uno de los objetivos es hacer legible el perímetro exterior de la tumba, por lo que es imprescindible poner muro en algunas zonas donde no se ha conservado. El segundo es proteger los restos antiguos sí conservados. Para eso, los cubrimos con un tejido que Fernando ha traído con esa finalidad. En algunas zonas las riadas se llevaron el suelo por debajo de la altura desde la que se levantó el muro antiguo. Por esa razón hemos tenido que alcanzar ese nivel construyendo un murete que permitiera que la reconstrucción se iniciase desde la misma altura en que lo hizo en la Antigüedad. Lo hemos construido en caliza, de manera que respetamos así los materiales antiguos: base de piedra, muro de barro. ¡Y hemos empezado a levantar!
Por una circunstancia que desconocemos, los adobes que teníamos preparados presentan dos tamaños diferentes. El procedimiento de su elaboración hace imposible que sean exactamente iguales, pero es evidente que, en algún momento de su fabricación, en 2019, los trabajadores encargados cambiaron de molde sin avisarnos, pues los que tenemos presentan dos volúmenes muy dispares entre sí. Sólo los del tamaño más pequeño corresponden bien con los antiguos del muro y la voluntad de las autoridades locales es que solo usemos estos para la reconstrucción. En realidad, los aceptados son ligerísimamente mayores, lo que permitirá diferenciar visualmente adobes antiguos de modernos. Los de tamaño mayor los seguiremos utilizando para las numerosas ocasiones en que necesitamos adobes: apoyos, escaleras provisionales, banco interior de la jaima…
Resuelto ese primer problema de tamaños, tuvimos que decidir por qué muro empezar. Era evidente que había de estar en el entorno del patio, pues es imprescindible proteger lo antes posible el interior del potencial peligro de una riada que llegue por el wadi. Como el pilono no está todavía completamente despejado y es preferible que primero lo excavemos y documentemos en toda su altura, vamos a empezar por el muro oeste del patio. Es decir, el que se unía al pilono por el lado del que llegaban las aguas de las lluvias.
Pasamos entonces a representar sobre el suelo el recorrido del muro antiguo en aquellas zonas donde no se conservaba. Uno de los objetivos es hacer legible el perímetro exterior de la tumba, por lo que es imprescindible poner muro en algunas zonas donde no se ha conservado. El segundo es proteger los restos antiguos sí conservados. Para eso, los cubrimos con un tejido que Fernando ha traído con esa finalidad. En algunas zonas las riadas se llevaron el suelo por debajo de la altura desde la que se levantó el muro antiguo. Por esa razón hemos tenido que alcanzar ese nivel construyendo un murete que permitiera que la reconstrucción se iniciase desde la misma altura en que lo hizo en la Antigüedad. Lo hemos construido en caliza, de manera que respetamos así los materiales antiguos: base de piedra, muro de barro. ¡Y hemos empezado a levantar!
Elías lleva toda la campaña estudiando los huesos de la plataforma que se obtuvieron en los años 2018 y 2019. Varios miles de fragmentos de restos humanos han pasado por sus dedos para ser clasificados, identificados, contados … en el caso de los huesos largos, para reconocer además su lateralidad … y finalmente han terminado introducidos en su base de datos. Ahora ya podemos saber que un mínimo de dieciséis momias fueron desvendadas sobre la plataforma y sus huesos dispersados en su superficie ¡y solo hemos excavado la mitad del volumen de la estructura! La mayoría han resultado ser subadultos, es decir, niños o niñas, lo que es habitual para el mundo antiguo, con su altísimo porcentaje de mortalidad infantil. No ha sido muy bonito, pero sí es importante para conocer el nivel de prevalencia de las enfermedades, identificar al menos cuatro casos de spina bifida. Y esta podía ser dolorosa. El alto porcentaje puede responder a una particularidad genética del grupo familiar al que corresponda esta muestra e indicarnos una procedencia común de las momias identificadas. No obstante, aún es demasiado pronto para llegar a conclusiones.
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En el trabajo con los materiales, otra labor llamativa en esta semana han sido los vasos canopos de la SC2BC2. Sabemos que al final de la campaña serán guardados en los almacenes estatales ubicados junto a la Casa de Carter. Allí podremos verlos en el futuro –si no se los llevan para exponerlos en algún museo del país– pero con una burocracia previa que preferimos evitar. En consecuencia, han de quedar limpiados, fotografiados y muy bien documentados en los escasos días que nos quedan. Con una pequeña complicación. En dos de ellos Karin reconoció ya desde su descubrimiento una inscripción jeroglífica, escrita con tinta negra, tan desvaída que apenas se podía leer. El trabajo de limpieza de los canopos nos ha dado además una segunda sorpresa ¡las vísceras estaban todavía dentro y se conservan relativamente bien! No vamos a decir que esa circunstancia permita producir una fotografía “bonita” pero, indudablemente, sí puede proporcionar una información históricamente muy relevante.