25 de enero de 2018, jueves
Hoy es día de fiesta nacional, conmemoración de la revolución que se llamó Primavera Árabe y que en el caso de Egipto consiguió expulsar del poder al entonces presidente, H. Mubarak.
Para nosotros ha sido día laboral. No es que no queramos celebrarlo. Es que hemos conseguido el permiso para que nos permitan trasladar el día de libranza al sábado. El equipo viajará a Asuán y, aprovechando que entonces será laborable para los demás, podrá visitar a la misión de la Universidad de Jaén que excava en Qubbet el Hawa.
Nuestra imagen del día, es sin embargo, un homenaje a Egipto. O, con más propiedad, al pueblo egipcio. Y lo hacemos a través de la fotografía de dos generaciones de una misma familia presentes en nuestro equipo. El rais Mohamed Ali, una institución en Luxor, y Hassaan Mohamed Ali, su hijo, egiptólogo y miembro de nuestro proyecto desde su concepción misma, años antes de que empezáramos el trabajo de campo. Hassaan ha heredado de su padre la capacidad organizativa y ambos reúnen la experiencia y la inventiva para sacarnos de los veinte mil pequeños aprietos del proceso de excavación. Y ambos están ante uno de los testimonios de esa capacidad para sacarnos de apuros.
El pozo de la antecámara estaba profundizando más de lo que esperábamos. En los primeros días de su excavación, en la campaña pasada, bajábamos de un salto. En los primeros días de este año empezamos a utilizar una escalera y cuando se quedó ya muy justa, escalando el muro por los agujeros hechos en sus paredes, como debieron de hacer quien construyeron el pozo y la cámara a la que da acceso. Pero eso era admisible mientras pensábamos que el suelo debía de estar muy cerca. Pero en esta semana ya se estaba haciendo evidente que la sección de la tumba publicada por R. Mond no es precisa y el pozo tiene más de los 2,0-2,5 m de profundidad que le suponíamos. Ante nuestro asombro, lo que podría haber sido un dilema, fue resuelto de la forma rápida y eficaz. Tras una conversación sobre la situación delicada a la que nos estábamos enfrentando, Hassaan vino con un pequeño cargamento de maderos, cuerdas y una polea. Por la tarde adquirió una escalera metálica segura. Y esta mañana, en una horita, la instalación para la excavación del pozo estaba concluida: polea para retirar los capazos de tierra, además de cuerda a la que sujetarnos si es necesario, y un suelo de madera para evitar caídas, que deja abierto el espacio para subir y bajar en la escalera. Gracias a ambos.
Para nosotros ha sido día laboral. No es que no queramos celebrarlo. Es que hemos conseguido el permiso para que nos permitan trasladar el día de libranza al sábado. El equipo viajará a Asuán y, aprovechando que entonces será laborable para los demás, podrá visitar a la misión de la Universidad de Jaén que excava en Qubbet el Hawa.
Nuestra imagen del día, es sin embargo, un homenaje a Egipto. O, con más propiedad, al pueblo egipcio. Y lo hacemos a través de la fotografía de dos generaciones de una misma familia presentes en nuestro equipo. El rais Mohamed Ali, una institución en Luxor, y Hassaan Mohamed Ali, su hijo, egiptólogo y miembro de nuestro proyecto desde su concepción misma, años antes de que empezáramos el trabajo de campo. Hassaan ha heredado de su padre la capacidad organizativa y ambos reúnen la experiencia y la inventiva para sacarnos de los veinte mil pequeños aprietos del proceso de excavación. Y ambos están ante uno de los testimonios de esa capacidad para sacarnos de apuros.
El pozo de la antecámara estaba profundizando más de lo que esperábamos. En los primeros días de su excavación, en la campaña pasada, bajábamos de un salto. En los primeros días de este año empezamos a utilizar una escalera y cuando se quedó ya muy justa, escalando el muro por los agujeros hechos en sus paredes, como debieron de hacer quien construyeron el pozo y la cámara a la que da acceso. Pero eso era admisible mientras pensábamos que el suelo debía de estar muy cerca. Pero en esta semana ya se estaba haciendo evidente que la sección de la tumba publicada por R. Mond no es precisa y el pozo tiene más de los 2,0-2,5 m de profundidad que le suponíamos. Ante nuestro asombro, lo que podría haber sido un dilema, fue resuelto de la forma rápida y eficaz. Tras una conversación sobre la situación delicada a la que nos estábamos enfrentando, Hassaan vino con un pequeño cargamento de maderos, cuerdas y una polea. Por la tarde adquirió una escalera metálica segura. Y esta mañana, en una horita, la instalación para la excavación del pozo estaba concluida: polea para retirar los capazos de tierra, además de cuerda a la que sujetarnos si es necesario, y un suelo de madera para evitar caídas, que deja abierto el espacio para subir y bajar en la escalera. Gracias a ambos.