19 de julio de 2016, martes
Ha costado tanto esfuerzo llegar este año al yacimiento que nada nos ha parecido repetitivo ni ya visto entre las actuaciones del día. Y, sin embargo, gestos y actos han sido los mismos: llegada al wadi al amanecer, jefe de los guardines –el sheikh de la necrópolis– esperándonos en su moto, representantes del Supreme Council of Antiquities con su libro de registro en la mano para que el director de la misión firme que no ha encontrado novedad reseñable al abrir la puerta y se responsabilice de lo que suceda mientras permanezcan rotos los sellos que clausuraban la entrada. Ayer habíamos recogido ¡por fin! las llaves en el Taftich, en el acto simple y sorprendente de descolgarlas de una caja fuerte bastante antigua donde se conservan, alineadas en saquitos de tela de colores, las de cada grupo de tumbas, el armario que guarda la necrópolis tebana y sus maravillas.
Llevábamos dos semanas esperando a que nos llegase el permiso de seguridad para empezar. Tiempo de nervios, de agobio, de dudas: sólo un mes antes, una misión se ha tenido que ir de Luxor sin haber podido trabajar. Mientras tanto, no hemos perdido el tiempo: estar juntos ha permitido coordinar los estudios individuales hechos durante este año sobre la documentación reunida en las campañas previas. Pero habríamos preferido estar retirando estratos. Desde mañana ya podremos hacerlo de nuevo.
Tras la puerta, el interior nos esperaba sin cambios aparentes. Temperatura más baja que en el exterior, humedad muy elevada, cajas de material, paredes y techo sin novedad reseñable, y todo cubierto con una capa espesa de polvo, amarillento e indiferente a la tensión de las últimas semanas y a nuestra ansiedad por desvelar la historia que encierra esta curiosa estructura que es la doscientos nueve.
Llevábamos dos semanas esperando a que nos llegase el permiso de seguridad para empezar. Tiempo de nervios, de agobio, de dudas: sólo un mes antes, una misión se ha tenido que ir de Luxor sin haber podido trabajar. Mientras tanto, no hemos perdido el tiempo: estar juntos ha permitido coordinar los estudios individuales hechos durante este año sobre la documentación reunida en las campañas previas. Pero habríamos preferido estar retirando estratos. Desde mañana ya podremos hacerlo de nuevo.
Tras la puerta, el interior nos esperaba sin cambios aparentes. Temperatura más baja que en el exterior, humedad muy elevada, cajas de material, paredes y techo sin novedad reseñable, y todo cubierto con una capa espesa de polvo, amarillento e indiferente a la tensión de las últimas semanas y a nuestra ansiedad por desvelar la historia que encierra esta curiosa estructura que es la doscientos nueve.